domingo, 10 de febrero de 2008


La muerte de Suharto desata controversias

El ex dictador, acusado de promover el genocidio, gobernó Indonesia durante 32 años. Aquí, un breve repaso de su accionar y las implicancias de su muerte.

Haji Mohammed Suharto, de 86 años, falleció en Jarkarta el pasado 27 de enero a las 13.10 hora local (4.10 de Argentina). Estaba hospitalizado desde el 4 de enero. Suharto nació el 8 de junio de 1921 en una familia de campesinos. Luego de una rápida carrera en el ejército, se hizo con el gobierno de Indonesia en 1966.

Con su muerte, Suharto ha escapado a un juicio por las masacres de 1965-68 (cientos de miles de muertos), por la ocupación de Timor (acabó con un cuarto de la población), por la creación de “escuadrones de la muerte” (sólo en seis meses de 1983 más de 300 muertos), por “las operaciones militares” en Aceh y Papua (miles de muertos), por la corrupción y la apropiación de las riquezas del país. Cuando en mayo de 1998 dimitió, algunos se apresuraron a presentarlo como un triunfo de las protestas populares y una apuesta por “la democratización” del país. Pero su renuncia bien pudo deberse también a un acuerdo tácito, por el que sus bienes y los de su familia no serían “tocados” y el imperio familiar de los Suharto seguiría adelante. Como señala un abogado indonesio, “los seguidores del dictador tras la renuncia de éste, han continuado dentro del gobierno, dentro del parlamento, de la judicatura y de los negocios. No son tan poderosos como en el pasado, pero todavía están presentes”.El caso de su hijo, Tommy, es un ejemplo. Tras ser condenado a quince años de prisión por “ordenar la muerte de un juez de la Corte Suprema”, tan sólo ha cumplido un tercio de la misma. Además, la familia Suharto sigue controlando hoteles, los peajes de carreteras, compañías aéreas y cadenas de televisión. Diez años después de su dimisión, los “asociados a Suharto en el mundo empresarial y político continúan en posiciones influyentes y el poder de su sombra permanece vivo en forma de fundaciones caritativas que ha creado”.


El ejemplo indonesio nos muestra una vez más cómo los dictadores más sangrientos del mundo pueden gozar de un retiro de oro si han sido durante su mandato “un fiel aliado de Estados Unidos” o de alguna otra potencia colonial aliada del mismo.

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